Los lugares públicos son los espacios donde por coincidencia coincido con múltiples extraños cada uno de rostro distinto. Especialmente en esta ciudad me muevo entre extraños que no me voltean a ver, se evaden las miradas a pesar de que todos se buscan en todos. En el metro me doy cuenta de que ya no cabemos! Siento una distancia enorme entre sus vidas y la mía, que probablemente compartimos los mismos infiernos. Nunca estaré tan cerca de un extraño que en un vagón de metro.
En silencio, pasan tantas cosas a la vez y cada uno esta sumido en sus pensamientos, encarcelado a ellos y agobiados por el tiempo.
En todos ellos veo el mismo rostro de incógnita y una sola masa, un solo cuerpo. Pero cada uno de ellos busca su identidad su diferencia a los otros y su individualidad. Por eso los encuentro a todos disfrazados, vestidos con extrañas modas, veo cuerpos desnudos cubiertos de prendas ridículas imitando e inventando personas. Veo en cada uno de ellos un fenómeno extraño, grotesco.Y en general veo la decadencia, la apatía y la tristeza.
Cerca de mi vida me encuentro a un personaje, raro y ridículo, que por azares de la vida lleva el político papel de mi abuela. Entre ella y yo hay un abismal universo. Su locura es diferente a la mía, su personaje mas interesante que el mío y su disfraz inclusive la confunde a ella misma al grado que se ha vuelto esa persona, disfrazada de animal print y todo a juego y combinado. Con los gustos mas kitsch y una obsesión por los souvenirs, las baratas. La ansiedad es su acompañante favorita para ir de compras. Un poodle, dentaduras, perfumes, comida grasosa; chucharrón, novelas y la jugada de los jueves con sus comadres; juegan dominó, beben tequila, chismean y cuentan chistes para sacar sus perversiones.
Aun que ya no parezca maestra de Historia ella se reconoce como una "mujer cabrona" siempre con las pilas, en contra de la tecnología y de porte sin pudores. Una mujer acelerada.
Por más cercana a mi la reconozco por su fenómeno y un personaje extraño y maniático que pertenece a este mundo que se dispara cada vez más veloz hacia el individualismo, nos estamos personificando y transformando en personajes como los que Diane Arbus consideraba maravillosos.